Diurnal - Invitatorio

Ordinario de la Liturgia de las Horas

Invitatorio

El Invitatorio se dice como introducción a todo el conjunto de la oración cotidiana; por ello se antepone o bien al Oficio de lectura o bien a las Laudes, según se comience el día por una u otra acción litúrgica.

V/. Señor, ábreme los labios.
R/. Y mi boca proclamará tu alabanza.

A continuación se dice el salmo 94 (o bien el salmo 99, el 66 o el 23), en forma responsorial, con la antífona que le corresponda, según el Oficio del día. Sin. embargo, cuando el Invitatorio se antepone a las Laudes, puede omitirse, si se juzga oportuno, el salmo con su antífona y decirse únicamente el versículo Señor, ábreme los labios.

La antífona se dice antes de comenzar el salmo, e inmediatamente se repite; de nuevo se repite después de cada estrofa.

En el rezo individual, basta con decir la antífona al comienzo del salmo, y no es necesario repetirla después de cada estrofa.

La antífona para el Invitatorio en el Triduo pascual, en las solemnidades y en las fiestas, se encuentra en el respectivo Propio o Común.

En las memorias de los santos, si no tienen antífona propia, puede elegirse o bien la antífona del Común o bien la de la feria.

En el Oficio dominical y ferial del Tiempo de Adviento, desde el domingo I hasta el día 16 de diciembre, inclusive, se dice:

Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid, adorémosle.

Desde el día 17 al 23 de de diciembre, ambos inclusive, se dice:

El Señor está cerca, venid, adorémosle.

El día 24 de diciembre:

Hoy sabréis que viene el Señor, y mañana contemplaréis su gloria.

En el Oficio dominical y ferial del Tiempo de Navidad, hasta la solemnidad de la Epifanía, exclusive, se dice:

A Cristo, que por nosotros ha nacido, venid, adorémosle.

Desde el día de la Epifanía hasta el día del Bautismo del Señor, exclusive, se dice:

A Cristo, que se nos ha manifestado, venid, adorémosle.

En el Oficio dominical y ferial del Tiempo de Cuaresma, desde del miércoles de Ceniza hasta el sábado de la semana V, inclusive, se dice:

Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

O bien:

Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis nuestro corazón». 

Cuando se dice y se repite esta segunda antífona, la cuarta estrofa del salmo 94 sigue con las palabras: Como en Meribá.

En la Semana Santa, desde el domingo de Ramos hasta el Jueves Santo, inclusive, se dice:

Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que por nosotros fue tentado y por nosotros murió.

En el Oficio dominical y ferial del tiempo pascual, desde domingo de Pascua hasta el día de la solemnidad de la Ascensión del Señor, exclusive, se dice:

Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya.

Durante los días entre la solemnidad de la Ascensión de Señor y el domingo de Pentecostés, exclusive, se dice:

Venid, adoremos a Cristo, el Señor, que nos prometió el Espíritu Santo. Aleluya.

En el Oficio dominical y ferial del Tiempo Ordinario, la antífona se indica en el Salterio.

Salmo 94
Invitación a la alabanza divina

Animaos los unos a los otros,
día tras día, mientras dure este
«hoy» (Hb 3, 13).

Se enuncia la antífona, y la asamblea la repite.

Venid, aclamemos al Señor,
      demos vítores a la Roca que nos salva;
      entremos a su presencia dándole gracias,
      aclamándolo con cantos.

Se repita la antífona.

Porque el Señor es un Dios grande,
      soberano de todos los dioses:
      tiene en su mano las simas de la tierra,
      son suyas las cumbres de los montes;
      suyo es el mar, porque él lo hizo,
      la tierra firme que modelaron sus manos.

Se repita la antífona.

Entrad, postrémonos por tierra,
      bendiciendo al Señor, creador nuestro.
      Porque él es nuestro Dios,
      y nosotros su pueblo,
      el rebaño que él guía.

Se repita la antífona.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
      «No endurezcáis el corazón como en Meribá,
      como el día de Mása en el desierto;
      cuando vuestros padres me pusieron a prueba
      y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

Se repita la antífona.

Durante cuarenta años
      aquella generación me asqueó, y dije:
      "Es un pueblo de corazón extraviado,
      que no reconoce mi camino;
      por eso he jurado en mi cólera
      que no entrarán en mi descanso"».

Se repita la antífona.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
      Como era en el principio, ahora y siempre,
      por los siglos de los siglos. Amén.

Se repita la antífona.

El salmo 94 puede sustituirse por el 00, el 66 o el 23. En tal caso, si el salmo escogido formara de la salmodia del día, se diría en su lugar, en la salmodia, el salmo 94.

Salmo 99
Alegría de los que entran en el templo

El Señor manda que los
redimidos entonen un himno de 
victoria (S. Atanasio).

Se enuncia la antífona, y la asamblea la repite.

Aclama al Señor, tierra entera,
      servid al Señor con alegría,
      entrad en su presencia con vítores.

Se repita la antífona.

Sabed que el Señor es Dios:
      que él nos hizo y somos suyos,
      su pueblo y ovejas de su rebaño.

Se repita la antífona.

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
      por sus atrios con himnos,
      dándole gracias y bendiciendo su nombre:

Se repita la antífona.

«El Señor es bueno,
      su misericordia es eterna,
      su fidelidad por todas las edades».

Se repita la antífona.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
      Como era en el principio, ahora y siempre,
      por los siglos de los siglos. Amén.

Se repita la antífona.

Salmo 66 
Que todos los pueblos alaben al Señor

Sabed que la salvación de Dios
se envía a los gentiles (Hch 28, 28).

Se enuncia la antífona, y la asamblea la repite.

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
      ilumine su rostro sobre nosotros;
      conozca la tierra tus caminos,
      todos los pueblos tu salvación.

Se repita la antífona.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
      que todos los pueblos te alaben.

Se repita la antífona.

Que canten de alegría las naciones,
      porque riges el mundo con justicia,
      riges los pueblos con rectitud
      y gobiernas las naciones de la tierra.

Se repita la antífona.

Oh Dios, que te alaben los pueblos,
      que todos los pueblos te alaben.

Se repita la antífona.

La tierra ha dado su fruto,
      nos bendice el Señor, nuestro Dios.
      Que Dios nos bendiga; que le teman
      hasta los confines del orbe.

Se repita la antífona.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
      Como era en el principio, ahora y siempre,
      por los siglos de los siglos. Amén.

Se repita la antífona.

Salmo 23 
Entrada solemne de Dios en su templo

Las puertas del cielo se abren
ante Cristo que, como hombre,
sube al cielo (S. Ireneo)

Se enuncia la antífona, y la asamblea la repite.

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
      el orbe y todos sus habitantes:
      él la fundó sobre los mares,
      él la afianzó sobre los ríos.

Se repita la antífona.

—¿Quién puede subir al monte del Señor?
      ¿Quién puede estar en el recinto sacro?

Se repita la antífona.

—El hombre de manos inocentes
      y puro corazón,
      que no confía en los ídolos
      ni jura contra el prójimo en falso.
      Ése recibirá la bendición del Señor,
      le hará justicia el Dios de salvación.

Se repita la antífona.

—Éste es el grupo que busca al Señor,
      que viene a tu presencia. Dios de Jacob.

Se repita la antífona.

¡Portones!, alzad los dinteles,
      que se alcen las antiguas compuertas:
      va a entrar el Rey de la gloria.

Se repita la antífona.

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
      —El Señor, héroe valeroso;
      el Señor, héroe de la guerra.

Se repita la antífona.

¡Portones!, alzad los dinteles,
      que se alcen las antiguas compuertas:
      va a entrar el Rey de la gloria.

Se repita la antífona.

—¿Quién es ese Rey de la gloria?
      —El Señor, Dios de los ejércitos.
      Él es el Rey de la gloria.

Se repita la antífona.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
      Como era en el principio, ahora y siempre,
      por los siglos de los siglos. Amén.

Se repita la antífona.

No hay comentarios:

Publicar un comentario