Leccionario III (par) - Lunes de la XIV semana del Tiempo Ordinario

Tiempo Ordinario

LUNES DE LA XIV SEMANA
DEL TIEMPO ORDINARIO

PRIMERA LECTURA
Os 2, 16. 17b-18. 21-22
Me desposaré contigo para siempre

Lectura de la profecía de Oseas.

ESTO dice el Señor:
«Yo la persuado,
la llevo al desierto, le hablo al corazón.
Allí responderá como en los días de su juventud,
como el día de su salida de Egipto.
Aquel día —oráculo del Señor—
me llamarás «esposo mío”,
y ya no me llamarás «mi amo”.
Me desposaré contigo para siempre,
me desposaré contigo
en justicia y en derecho,
en misericordia y en ternura,
me desposaré contigo en fidelidad
y conocerás al Señor».

Palabra de Dios.

Salmo responsorial 
Sal 144, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9 (R/.: 8a)
R/.   El Señor es clemente y misericordioso.

        V/.   Día tras día, te bendeciré
                 y alabaré tu nombre por siempre jamás.
                 Grande es el Señor, merece toda alabanza,
                 es incalculable su grandeza.   R/.

        V/.   Una generación pondera tus obras a la otra,
                 y le cuenta tus hazañas.
                 Alaban ellos la gloria de tu majestad,
                 y yo repito tus maravillas.   R/.

        V/.   Encarecen ellos tus temibles proezas,
                 y yo narro tus grandes acciones;
                 difunden la memoria de tu inmensa bondad,
                 y aclaman tus victorias.   R/.

        V/.   El Señor es clemente y misericordioso,
                 lento a la cólera y rico en piedad;
                 el Señor es bueno con todos,
                 es cariñoso con todas sus criaturas.   R/.


Aleluya
Cf. 2 Tm 1, 10
R/.   Aleluya, aleluya, aleluya.

V/.   Nuestro Salvador, Cristo Jesús, destruyó la muerte,
        e hizo brillar la vida por medio del Evangelio.   R/.

EVANGELIO
Mt 9, 18-26
Mi hija acaba de morir, pero ven tú y vivirá
Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

EN aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se acercó un jefe de los judíos que se arrodilló ante él y le dijo:
    «Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, impón tu mano sobre ella y vivirá».
Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos.
Entre tanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó la orla del manto, pensando que con solo tocarle el manto se curaría.
Jesús se volvió y al verla le dijo:
    «¡Ánimo, hija! Tu fe te ha salvado».
Y en aquel momento quedó curada la mujer.
Jesús Llegó a casa de aquel jefe y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo:
    «¡Retiraos! La niña no está muerta, está dormida».
Se reían de él.
Cuando echaron a la gente, entró él, cogió a la niña de la mano y ella se levantó.
La noticia se divulgó por toda aquella comarca.

Palabra del Señor.

© Conferencia Episcopal Española

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