Ritual del Bautismo de niños - Capítulo V

CAPÍTULO V
LECCIONARIO PARA EL BAUTISMO DE NIÑOS


LECTURAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO

I.
Los israelitas entraron en medio del mar a pie enjuto

184. El paso del Mar Rojo, que prefigura la Pascua del Señor, es también figura del Bautismo cristiano (1 Co 10, 1-11).

El Bautismo es un misterio de liberación: nos libera de la esclavitud de Satanás y del pecado. Las fuerzas del mal, que Cristo venció en Ia cruz (Col 2, 15), simbolizadas por los ejércitos del Faraón, quedan aniquiladas en las aguas bautismales; el Bautismo destruye en nosotros el pecado (Rm 6, 6; Ef 1, 7). De las aguas bautismales surge una raza nueva, el nuevo Israel, el pueblo de la nueva Alianza.

El Bautismo es la Pascua del cristiano: paso de una situación de esclavitud a una existencia nueva de libertad y salvación.

Lectura del libro del Éxodo. 14, 15-15, 1

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés:

— ¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los israelitas que se pongan en marcha. Y tú alza tu cayado, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los israelitas entren en medio del mar a pie enjuto. Que yo voy a endurecer eI corazón de los egipcios para que los persigan, y me cubriré de gloria a costa del Faraón y de todo su ejército, de sus carros y de los guerreros. Sabrán los egipcios que yo soy el Señor, cuando me haya cubierto de gloria a costa del Faraón, de sus carros y de los guerreros.
Se puso en marcha el ángel del Señor, que iba al frente del ejército de Israel, y pasó a retaguardia. También la columna de nube de delante se desplazó de allí y se colocó detrás, poniéndose entre el campamento de los egipcios y el campamento de los israelitas. La nube era tenebrosa y transcurrió toda la noche sin que los ejércitos pudieran trabar contacto. Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo soplar durante toda la noche un fuerte viento del Este que secó el mar y se dividieron las aguas. Los israelitas entraron en medio del mar a pie enjuto, mientras que las aguas formaban muralla a derecha e izquierda. Los egipcios se lanzaron en su persecución, entrando tras ellos en medio del mar todos los caballos del Faraón y los carros con sus guerreros.

Mientras velaban al amanecer miró el Señor al campamento egipcio desde la columna de fuego y nube y sembró el pánico en el campamento egipcio. Trabó las ruedas de sus carros y las hizo avanzar pesadamente.

Y dijo Egipto:

— Huyamos de Israel, porque el Señor lucha en su favor contra Egipto.

Dijo el Señor a Moisés:

— Extiende tu mano sobre el mar y vuelvan las aguas sobre los egipcios, sus carros y sus jinetes.

Y extendió Moisés su mano sobre el mar; y al amanecer volvía el mar a su curso de siempre. Los egipcios, huyendo, iban a su encuentro y el Señor derribó a los egipcios en medio del mar.

Y volvieron las aguas y cubrieron los carros, los jinetes y todo el ejército del Faraón, que lo había seguido por el mar. Ni uno solo se salvó.

Pero los hijos de Israel caminaban por lo seco en medio del mar; las aguas les hacían de muralla a derecha e izquierda.

Aquel día salvó el Señor a Israel de las manos de Egipto. Israel vio a los egipcios muertos, en la orilla del mar. Israel vio la mano grande del Señor obrando contra los egipcios, y el pueblo temió al Señor y creyó en el Señor y en Moisés, su siervo.

Entonces Moisés y los hijos de Israel cantaron un cántico al Señor.

Palabra de Dios.

II.
Danos agua de beber

185. El agua que brota de la roca de Horeb, figura del Bautismo (1 Co 10, 4-6).

Dios es fuente de aguas vivas (Is 12, 3; Jr 2, 13; Sal 35, 9). El agua es símbolo de la vida divina comunicada al hombre. "La profecía se cumplió en el Evangelio, cuando Cristo, que es la Roca, fue traspasado por la lanza en la pasión" (san Cipriano). De la pasión de Cristo brotaron las fuentes de la salvación (Jn 19, 31-35; 7, 37-39). El Bautismo se presenta como la realización de las aspiraciones (sed) de la humanidad por la redención (Is 48, 20-21; 43, 19-21). En contraposición al desierto sediento y estéril, las aguas en abundancia simbolizan una efusión de vida nueva y una fecundidad espiritual inagotable. El don de la vida divina supone en el hombre una confianza total en el poder de Dios; el Bautismo es sacramento de la fe.

Lectura del libro del Éxodo. 17, 3-7

En aquellos días, el pueblo, sediento, murmuró de Moisés diciendo:

— ¿Por qué nos has sacado de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y al ganado?

Moisés clamó al Señor:

— ¿Qué hago con este pueblo? Por poco me apedrean.

El Señor respondió a Moisés:

— Pasa delante del pueblo, acompañado de los ancianos de Israel, empuña el bastón con el que golpeaste el Nilo, y camina; yo estaré frente a ti junto a la roca de Horeb. Golpea la roca y saldrá agua para que beba el pueblo.

Moisés lo hizo ante los ancianos de Israel; y llamó al lugar Massá y Meribá, porque se habían reunido y habían tentado al Señor preguntando: "¿Está el Señor entre nosotros?".

Palabra de Dios.

III.
Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará de todas vuestras inmundicias

186. Se mencionan en este texto el agua y el Espíritu, los dos elementos fundamentales del Bautismo. El agua es símbolo de la efusión del Espíritu.

Tres efectos del Bautismo:

a) Nos purifica (36, 25). El agua disuelve toda inmundicia. El Espíritu borra todo pecado (1 P 3, 21; Hb 10, 21). Naamán, limpiado de la lepra (2 R 5, 1-15), es figura del Bautismo.

b) Nos hace criaturas nuevas (36, 26-27), a imagen de Cristo resucitado, primicias de la nueva creación (2 Co 5, 17; Ef 4, 24).

c) Nos introduce en el pueblo de la nueva Alianza (36, 24. 28) y nos capacita para ser fieles al pacto con Dios (Jr 31, 31-34; Hb 10, 15-17).

El vestido blanco simboliza estos tres efectos: purificación, vida nueva y pertenencia al pueblo de Dios.

Lectura del profeta Ezequiel. 36, 24-28

Me vino esta palabra del Señor:
Os recogeré de entre las naciones,
os reuniré de todos los países,
y os llevaré a vuestra tierra.
Derramaré sobre vosotros un agua pura
que os purificará:
de todas vuestras inmundicias e idolatrías
os he de purificar;
y os daré un corazón nuevo,
y os infundiré un espíritu nuevo;
arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra,
y os daré un corazón de carne.
Os infundiré mi espíritu,
y haré que caminéis según mis preceptos,
y que guardéis y cumpláis mis mandatos.
Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres.
Vosotros seréis mi pueblo
y yo seré vuestro Dios.

Palabra de Dios.

IV.
Vi que manaba agua del lado derecho del templo,
y habrá vida dondequiera que llegue la corriente

187. Las aguas del Bautismo brotan "del lado derecho del templo" (47, 1); es decir, del costado de Cristo traspasado en la pasión (ln 2, 21; 19, 31-35). Toda su fuerza le viene al Bautismo de la pasión:

a) Para purificar y sanear el mundo (47, 8-9. 11): las aguas de Maró (Ex 15, 12-25) y de Jericó (2 R 2, 19-22), milagrosamente endulzadas y saneadas, son figura de la fuerza sanadora del Bautismo; también lo fue el diluvio (1 P 3, 20-21), donde Dios purificó la tierra exterminando a los impíos.

b) Para transformar la Iglesia en Paraíso (47, 12), cumpliéndose así las profecías que anunciaban al desierto convertido en vergel (Is 35, 6-7; 41, 18-20; 44, 3-4; Jl 3, 18; Ir 17, 8; Za 14, 8). EI Bautismo nos introduce nuevamente en el Paraíso, cuyas Puertas abrió la muerte del nuevo Adán (Lc 23, 43). Los cuatro ríos del Paraíso (Gn 2, 10-14) prefiguraban las aguas fecundantes del Bautismo.

Lectura del profeta Ezequiel. 47, 1-9. 12

En aquellos días,
el ángel me hizo volver a la puerta del templo;
por debajo del umbral del templo manaba agua hacia Levante
el templo miraba a Levante,
el agua iba bajando por el lado derecho del templo,
al mediodía del altar.
Me hizo salir por la puerta del Norte
y me dirigió por fuera a la puerta exterior que mira a Levante;
el agua iba corriendo por el lado derecho.
Saliendo hacia Levante, el hombre, cordel en mano,
midió mil codos, y me hizo atravesar las aguas:
¡agua hasta los tobillos!
Midió otros mil, y me hizo cruzar las aguas:
¡agua hasta las rodillas!
Midió otros mil, y me hizo pasar:
¡agua hasta la cintura!
Midió otros mil: era un torrente que no podía cruzar,
pues habían crecido las aguas y no se hacía pie;
un torrente que no se podía vadear.
Me dijo entonces:
— ¿Has visto, hijo de Adán?
Me condujo a la vuelta por la orilla del torrente.
Al regresar vi a la vera del río una gran arboleda
en sus dos márgenes.
Me dijo:
— Estas aguas corren a la comarca de Levante,
bajarán hasta el Araba y desembocarán en el mar,
el de las aguas pútridas, y lo sanearán.
Todos los seres vivos que bullan
allí donde desemboque la corriente, tendrán vida,
y habrá peces en abundancia;
al desembocar allí estas aguas quedará saneado el mar
y habrá vida dondequiera que llegue la corriente.
A la vera del río, en sus dos riberas,
crecerán toda clase de frutales;
no se marchitarán sus hojas
ni sus frutos se acabarán;
darán cosecha nueva cada luna,
porque los riegan aguas que manan del santuario;
su fruto será comestible
y sus hojas medicinales.

Palabra de Dios.


LECTURAS DE LAS CARTAS APOSTÓLICAS

I.
Por el Bautismo fuimos sepultados con él en la muerte,
para que andemos en una vida nueva

188. El Bautismo es incorporación a Cristo en su muerte y resurrección; es una participación sacramental en el Misterio pascual (Col 2, 12-13; 3, 1-13).

a) El rito de la inmersión simboliza nuestra sepultura con Cristo (6, 4; Col 2, 12). Nuestro hombre viejo ha sido crucificado con Cristo (6, 6; Ga 2, 19; 5, 24; 6, 14). "Hemos muerto con Cristo" (6, 8. 11; Col 3, 3). El diluvio y el paso del Mar Rojo prefguraron este asPecto del Bautismo como muerte al pecado.

b) La salida de las aguas significa la resurrección de Cristo de entre los muertos. El Bautismo nos hace participar en la vida nueva del Resucitado (6, 5-6; Col 2, 12): esto quiere significar la vela que se enciende en el cirio pascual. El pueblo que nace de las aguas bautismales es una "Iglesia de resucitados" (san Ambrosio).

A partir del Bautismo, la vida cristiana tiene que ser una vida pascual: de muerte al pecado y de vida en Cristo para Dios (6, 11).

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos. 6, 3-5

Hermanos:

Los que por el Bautismo nos incorporamos a Cristo, fuimos incorporados a su muerte.

Por el Bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo fue despertado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.

Porque, si nuestra existencia está unida a él en una muerte como la suya, 1o estará también en una resurrección como la suya.

Palabra de Dios.

II.
Nos predestinó a ser imagen de su Hijo

189. El Bautismo nos introduce en la Historia de la Salvación: Dios cumple sus planes de salvarnos en su Hijo y por él.

a) El Bautismo expresa y realiza la elección y la llamada de Dios (8, 28-30; Dt 7, 7; Is 41, 8; 48, 12). Esta elección es una prueba del amor de Dios (Dt 7, 8; Os 11, 1). El Bautismo nos aplica la muerte de Cristo, que fue la máxima prueba del amor de Dios a los hombres (8, 32).

b) La salvación consiste en nuestra configuración con Cristo (8, 29-30). El Bautismo realiza una primera configuración con Cristo: restaura en nosotros la imagen divina destruida por el pecado (1 Co 15, 49; 2 Co 3, 18; Col 3, 10). Esto nos hace hijos de Dios en el Hijo (Ga 4, 6-7; Rm 8, 15).

c) El Bautismo pone así las bases de la seguridad y del optimismo cristiano (8, 31-32). Nos hace escapar a la cólera de Dios (Mt 3, 7-10), realiza en nosotros la salvación y nos da la esperanza de la gloria (8, 30).

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos. 8, 28-32

Hermanos:

Sabemos que Dios hace que todas las cosas contribuyan al bien de los que le aman, de los que han sido llamados según su voluntad.

A los que de antemano conoció, a esos los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que sea él el primogénito entre muchos hermanos. A los que predestinó también los llamó; y a los que llamó también los justificó; y a los que justificó también los glorificó.

¿Qué diremos más? Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con su Hijo?

Palabra de Dios.

III. 
Todos nosotros hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo

190. El Bautismo nos incorpora a la Iglesia en virtud del Espíritu que nos comunica.

a) El agua bautismal, fecundada por el Espíritu, simboliza la efusión del Espíritu (Is 32, 15). En el Bautismo "bebemos el Espíritu" (12, 13), que brotó del costado de Cristo como una fuente (Jn 7, 37-39; 19, 31-35).

b) La unidad del Cuerpo de Cristo es obra del Espíritu: en la Encarnación (Lc 1, 35), en Pentecostés (Hch 1, 4), en el Bautismo (12, 13; Ef 4, 4). EI Espíritu derrama en nuestros corazones la caridad (Rm 5, 5), que es vínculo de unión entre todos los bautizados (Ga 3, 28).

El crecimiento de la Iglesia en la unidad por la caridad es responsabilidad de todos los cristianos, como una exigencia del Bautismo.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios. 12, 12-13

Hermanos:

Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a Pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.

Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.

Palabra de Dios.

IV.
Los que habéis sido bautizados os habéis revestido de Cristo

191. El Bautismo nos incorpora a Cristo; es decir, nos hace miembros del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia.

a) El efecto capital del Bautismo es realizar nuestra unión vital con Cristo muerto y resucitado (3, 27). Cristo se convierte en ese vestido nuevo que nos cubre interiormente, haciéndonos un solo Cuerpo con é1, el hombre nuevo (Col 3, 10; Ef 4, 24), partícipes de su filiación divina (3, 26). La vestidura blanca simboliza esta condición nueva creada en nosotros por el Bautismo.

b) Entre todos los que son "uno en Cristo Jesús" (3, 28), el Bautismo da origen a una comunidad perfectamente una, cuyo principio ontológico nuevo es el Espíritu (Ef 4, 3-4). Hermanos de Cristo y hermanos entre sí, los bautizados forman una familia que tiene derecho a la familiaridad con Dios, que los primeros padres perdieron por el pecado (Gn 3, l0).

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas. 3, 26-28

Hermanos:
Todos sois hijos de Dios
por la fe en Cristo Jesús.
Los que os habéis incorporado a Cristo por el Bautismo
os habéis revestido de Cristo.
Ya no hay distinción entre
judíos y gentiles,
esclavos y libres,
hombres y mujeres,
porque todos sois uno en Cristo Jesús.

Palabra de Dios.

V.
Un Señor, una fe, un Bautismo

192. El Bautismo nos introduce en un misterio de comunión con Cristo, con los hermanos, con la Trinidad.

a) Formamos con Cristo ,"un solo Cuerpo, un solo Espíritu" (4, 4; 1 Co 6, 17), un solo hombre. En adelante, la existencia del bautizado será una "vida en Cristo" (3, 17; Ga 2, 20).

b) Formamos con todos los bautizados un solo Cuerpo, una sola familia (4, 4. 6): tenemos todos la misma fe, el mismo principio de unidad que es el Espíritu, los mismos sacramentos, el mismo Padre. La ley fundamental de esta comunidad es la caridad.

c) Entramos en comunión con Dios en la vida trinitaria (1 Jn 1, 3): entramos en la familia de Dios; somos hijos de Dios y herederos del Reino.

Exigencia del Bautismo: cultivar las virtudes que salvaguardan la unidad de la Iglesia (4, 2-3).

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios. 4, 1-6

Hermanos:
Yo, el prisionero por Cristo, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados.
Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos;
sobrellevaos mutuamente con amor;
esforzaos en mantener la unidad del Espíritu,
con el vínculo de la paz.
Un solo cuerpo y un solo Espíritu,
como una sola es la meta de la esperanza
en la vocación a la que habéis sido convocados.
Un Señor, una fe, un Bautismo.
Un Dios, Padre de todo,
que lo trasciende todo,
y lo penetra todo,
y lo invade todo.
Bendito sea por los siglos de los siglos. Amén.

Palabra de Dios.

VI.
Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real

193. El Bautismo es agregación a la Iglesia, que es "templo del Espíritu" y pueblo sacerdotal.

a) El Bautismo hace de nosotros esas piedras vivas con que se edifica el nuevo Israel (2, 5). Recuerda las purificaciones rituales prescritas por la Ley para hacer una persona o un lugar apto para el culto (Nm 19, 2-10; Dt 23, l0-11). lesús habló de su propio cuerpo como templo destruido y edificado en tres días en eI contexto de la purificación del templo (Jn 2, 19). El Bautismo nos hace miembros de ese Cuerpo (Ef 2, 18-22).

b) Por el Bautismo entramos a formar parte del nuevo Israel, pueblo de sacerdotes, reyes y profetas (2, 5; Ex 19, 5-6; Ap 1,6; 5, 10). En adelante, la vida del bautizado será un testimonio del Reino y una ofrenda permanente (2, 5. 9; Rm 12, 1). Esto quiere significar la unción con el santo crisma en el Bautismo.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro. 2, 4-5. 9-10

Hermanos:

Acercándoos a Cristo, la piedra viva desechada por los hombres, pero escogida y preciosa ante Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo.

Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios, para proclamar las hazañas del que nos llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa.

Antes erais "no pueblo", ahora sois "Pueblo de Dios"; antes erais "no compadecidos", ahora sois "compadecidos".

Palabra de Dios.


SALMOS RESPONSORIALES

I

194. Sal 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6

Este salmo, que canta una serena confianza, nos brinda imágenes elementales (verdor, agua, camino) que hacen referencia a una aplicación directa al rito bautismal. Importa señalar la íntima correlación entre los tres sacramentos de la iniciación cristiana: las "fuentes tranquilas" del Bautismo, "el reparar las fuerzas" en la Confirmación, la "mesa y la copa" de la Eucaristía, que guían aI cristiano hacia la "casa del Señor, por años sin término".

V/. El Señor es mi pastor,
      nada me falta.

R/. El Señor es mi pastor,
      nada me falta.

V/. El Señor es mi pastor,
      nada me falta:
      en verdes praderas me hace recostar;
      me conduce hacia fuentes tranquilas
      y repara mis fuerzas.

R/. El Señor es mi pastor,
      nada me falta.

V/. Me guía por sendero justo,
      por el honor de su nombre.
      Aunque camine por cañadas oscuras,
      nada temo, porque tú vas conmigo:
      tu vara y tu cayado me sosiegan.

R/. El Señor es mi pastor,
      nada me falta.

V/. Preparas una mesa ante mí
      enfrente de mis enemigos;
      me unges la cabeza con perfume,
      y mi copa rebosa.

R/. El Señor es mi pastor,
      nada me falta.

V/. Tu bondad y tu misericordia me acompañan
      todos los días de mi vida,
      y habitaré en la casa del Señor
      por años sin término.

R/. El Señor es mi pastor,
      nada me falta.

II.

195. Sal 26, 1. 4. 8b-9abc. 13-14

La confianza domina enteramente el espíritu de este salmo. Dios protege en su templo al que se entra por el Bautismo. Es necesario buscar siempre el rostro y la presencia de Dios. Toda la vida del cristiano bautizado debe tener una tónica de esperanza, que mira hacia la consumación a través de la Iglesia terrestre, que es imagen y preparación de la Iglesia celeste.

V/. El Señor es mi luz y mi salvación.

R/. El Señor es mi luz y mi salvación.

V/. El Señor es mi luz y mi salvación,
      ¿a quién temeré?
      El Señor es la defensa de mi vida,
      ¿quién me hará temblar?

R/. El Señor es mi luz y mi salvación.

V/. Una cosa pido al Señor
      eso buscaré:
      habitar en la casa del Señor
      por los días de mi vida;
      gozar de la dulzura del Señor
      contemplando su templo.

R/. El Señor es mi luz y mi salvación.

V/. Tu rostro buscaré, Señor
      no me escondas tu rostro.
      No rechaces con ira a tu siervo,
      que tú eres mi auxilio.

R/. El Señor es mi luz y mi salvación.

V/. Espero gozar de la dicha del Señor
      en el país de la vida.
      -Espera en el Señor, sé valiente,
      ten ánimo, espera en el Señor.

R/. El Señor es mi luz y mi salvación.

III.

196. Sal 33, 2-3. 6-7. 8-9. 14-15. 16-17. 18-19

Este salmo comienza con un acto de alabanza, contemplando a Dios en gloria y claridad. Esta contemplación es sabrosa y es bienaventuranza. El cristiano bautizado debe ser fiel a Dios, observar sus mandamientos, así experimentará la cercanía de Dios.

V/. Contempladlo y quedaréis radiantes.
      (o Gustad y ved qué bueno es el Señor.)

R/. Contempladlo y quedaréis radiantes.

V/. Bendigo al Señor en todo momento,
      su alabanza está siempre en mi boca;
      mi alma se gloría en el Señor:
      que los humildes lo escuchen y se alegren.

R/. Contempladlo y quedaréis radiantes.

V/. Contempladlo y quedaréis radiantes,
      vuestro rostro no se avergonzará.
      Si el afligido invoca al Señor él lo escucha
      y lo salva de sus angustias.

R/. Contempladlo y quedaréis radiantes.

V/. El ángel del Señor acampa
      en torno a sus fieles, y los protege.
      Gustad y ved qué bueno es el Señor,
      dichoso el que se acoge a él.

R/. Contempladlo y quedaréis radiantes.

V/. Guarda tu lengua del mal,
      tus labios, de la falsedad;
      apártate del mal, obra el bien,
      busca Ia paz y corre tras ella.

R/. Contempladlo y quedaréis radiantes.

V/. Los ojos del Señor miran a los justos,
      sus oídos escuchan sus gritos;
      pero el Señor se enfrenta con los malhechores
      para borrar de la tierra su memoria.

R/. Contempladlo y quedaréis radiantes.

V/. Cuando uno grita, el Señor lo escucha
      y lo libra de sus angustias;
      el Señor está cerca de los atribulados,
      salva a los abatidos.

R/. Contempladlo y quedaréis radiantes.

197.
ALELUYA Y VERSÍCULOS PARA ANTES DEL EVANGELIO

I.
Jn 3, 16
Tanto amó Dios al mundo,
que le entregó a su Hijo único.
Todos los que creen en él
tienen vida eterna.

II.
Jn 8, 12
Yo soy la luz del mundo,
dice el Señor.
El que me sigue no camina en las tinieblas,
sino que tendrá la luz de la vida.

III.
Jn 14, 5
Yo soy el camino, la verdad y la vida,
dice el Señor.
Nadie va al Padre, sino por mí.

IV.
Ef 4, 5-6
Un Señor, una fe, un bautismo.
Un Dios, Padre de todo.

V.
2 Tm 1, 10b
Nuestro Salvador Jesucristo
destruyó la muerte
e iluminó la vida
mediante el Evangelio.

VI. 
1 P 2, 9
Vosotros sois una raza elegida,
un sacerdocio real,
una nación consagrada,
para proclamar las hazañas del que nos llamó
a salir de la tiniebla
y a entrar en su luz maravillosa.


LECTURAS DEL EVANGELIO

I.
Este mandamiento es el principal y primero

198. Por el Bautismo ingresamos en la Iglesia, pueblo de la nueva Alianza.

a) El Bautismo es un Pacto con Dios: nuestra ratificación de la Alianza que Dios ha hecho con su pueblo. La idea de la Alianza estó presente en las figuras veterotestamentarias del Bautismo: diluvio (Gn 9, 9-17), circuncisión (Gn 17,2-14), paso del Mar Rojo (Ex 24, 1-11). La muerte de Cristo, en la cual somos bautizados (Rm 6, 3), es el sacrificio de la nueva Alianza.

b) Lo más característico de la nueva Alianza es la caridad (Jn 13, 35), resumen de toda la Ley (22, 40; Rm 13, 8-10; Ga 5, 14; Col 3, 14). El alma de la fidelidad a la Alianza es también el amor (ln 14, 15, 21, 23-24; 15, 9-10; 2 In 6). En el Bautismo, el Espíritu derrama Ia caridad en nuestros corazones (Rm 5, 5).

Las renuncias y la profesión de fe son la expresión de nuestra adhesión a la Alianza en el Bautismo.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo. 22,35-40

En aquel tiempo, un fariseo, doctor de la ley, preguntó a Jesús para ponerlo a prueba:

— Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?

Él le dijo:

— "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser".

Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él:

— "Amarás a tu prójimo como a ti mismo".

Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.

Palabra del Señor.

II.
Haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo

199. En cada bautizo, la fórmula trinitaria recuerda esta orden de Jesús y nos descubre el sentido de la misión de la Iglesia y el misterio de nuestro Bautismo.

a) Cristo Resucitado, presente por su Espíritu en la Iglesia (28, 20), ejercita su poder salvador en el Bautismo. El Bautismo, como la columna de nube para los israelitas en el desierto (figura del Bautismo: 1 Co 10, 1-2. 6), es signo de la presencia y protección del Señor (Ex 13, 21-22; 14, 19-20).

b) Al agregarnos a la Iglesia, imagen de Ia Trinidad (Jn 17, 2I-23), el Bautismo renueva en nosotros la imagen del Creador (Col 3, 10), nos hace hijos de Dios, nos introduce en la comunión de la vida trinitaria (28, 19; 1 Jn 1, 3; 2, 24-25) y nos hace partícipes de la misma vida de Dios (2 P 1, 4). En adelante, nuestra vida debe ser digna de tan elevado origen (28, 19).

 Lectura del santo Evangelio según san Mateo. 28, 18-20

En aquel tiempo, acercándose Jesús a los once discípulos les dijo:

— Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra.
Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

Palabra del Señor.

III.
Juan bautizó a Jesús en el Jordán

200. El Bautismo de Jesús es figura y fundamento del Bautismo cristiano. En él están prefigurados los principales efectos de nuestro Bautismo. Para Jesús, el Bautismo en el Jordán, con la humillación y glorificación que significó, fue como una anticipación del Bautismo sangriento de la cruz (Mc 10, 38-39; Lc 12, 50), en el cual somos bautizados también nosotros (Rm 6, 3). El Bautismo nos abre las puertas del cielo (1, 10), cerradas por el pecado; en adelante, nuestra patria es el cielo (Flp 3, 20). Sobre el bautizado se derrama el Espíritu como una unción (Tt 3, 5-6), que nos hace hijos de Dios, objeto de las predilecciones del Padre (Rm 8, 14-17; Ga 4, 1-7). Nos consagra para compartir con Cristo su misión profética (Lc 4, 18-19; 1 P 2, 9).

 Lectura del santo Evangelio según san Marcos. 1, 9-11

En aquel tiempo, llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán.

Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo:

— Tú eres mi Hijo amado, mi preferido.

Palabra del Señor.

IV.
Dejad que los niños se acerquen a mí

201. «Nacer de nuevo»«nacer de arriba», ser como un niño, es condición para entrar en el Reino de los cielos (10, 15; Jn 3, 3. 5). El Bautismo es «baño de regeneración», de nuevo nacimiento (Tt 3, 5): nos hace «criaturas nuevas», (2 Co 5, 17; Ga 6, 15), «hombres nuevos», (Ef 2, 15), «renovados en nuestro espíritu» (Ef 4, 24). La fuerza que nos renueva interiormente es el Espíritu que se nos comunica en el Bautismo (Sal 103, 30). De las aguas bautismales, fecundadas por el Espíritu, salimos como «recién nacidos" (1 P 2, 2), igual que Naamán (figura del Bautismo) de las aguas del Jordán (2 R 5, 14).

Los «niños en Cristo» tienen que crecer hasta llegar a ser "hombres espirituales" (1 Co 3, 14).

 Lectura del santo Evangelio según san Marcos. 10, 13-16

En aquel tiempo, presentaron a Jesús unos niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo:

— Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el Reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el Reino de Dios como un niño, no entrará en él.

Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.

Palabra del Señor.

V.
Escucha, Israel: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón

202. El Bautismo, que nos introduce en el Reino de Dios (12, 34), nos obliga a aceptar y respetar las leyes y costumbres de ese Reino: el Bautismo equivale a una especie de traditio legis. La ley fundamental del Reino es la caridad (Jn 13, 34-35; 15, 12-13). El Bautismo nos consagra enteramente al servicio de Dios y de los hermanos (12, 30-31): éste es el verdadero culto espiritual (12, 33; Rm 12, 1; 1 P 2, 5). La piedra de toque de la verdadera piedad es el amor a los hermanos (12, 33; 1 Jn 3, 13-18; 4, 20-21; St 1, 27). 

El texto entre [ ] puede omitirse por razón de brevedad.

 Lectura del santo Evangelio según san Marcos. 12, 28b-34

En aquel tiempo, un letrado se acercó a Jesús y le preguntó:

— ¿Qué mandamiento es el primero de todos?

Respondió Jesús:

— El primero es: "Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser". El segundo es éste: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". No hay mandamiento mayor que estos.

[El letrado replicó:

— Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.

Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:

— No estás lejos del Reino de Dios.

Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.]

Palabra del Señor.

VI.
El que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios

203. El Bautismo es un nuevo nacimiento, nacimiento a la vida divina: condición para entrar en el Reino de Dios (3, 3. 5; Mc 10, 15).

El agua y el Espíritu son símbolos de la vida (Gn 1, 2). El Espíritu es el germen y el principio de la nueva vida (Rm 8, 15-16; Ga 4, 6; Tt 3, 5). Las aguas bautismales son el seno virginal de la Iglesia: «el mismo Espíritu que fecundó a la Virgen, fecunda también la fuente» (san León Magno): tal es el sentido de la bendición del agua bautismal. La resurrección, obra del Espíritu (Rm 8, 11), fue para Jesús como un nuevo nacimiento (Hch 26, 23; Col 1, 1B; AP 1, 5). En el Bautismo también nosotros resucitamos con Cristo a una vida nueva (Rm 6, 5-6; Col2, 12).

Vivir una vida nueva (Rm 6, 6), vivir según el Espíritu (Rm 8, 14), es una exigencia del Bautismo.

 Lectura del santo Evangelio según san Juan. 3, 1-6

En aquel tiempo había un fariseo llamado Nicodemo, magistrado judío. Éste fue a ver a Jesús de noche y le dijo:

— Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces, si Dios no está con él.

Jesús le contestó:

— Te lo aseguro, el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios.

Nicodemo le pregunta:

— ¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?

Jesús le contestó:

— Te lo aseguro, el que no nazca de agua y de Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu.

Palabra del Señor.

VII.
Un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna

204. El Bautismo es «don de Dios» (4, 10): nos da la vida divina, la vida eterna.

Dios mismo es la fuente de aguas vivas (Jr 2, 13; Sal 35, 9; Is 12, 3). Cristo en su pasión se ha convertido para los hombres en la Roca de donde brotan las fuentes de la salvación (Ex 17, 3-7; Jn 7, 37-39; 19, 31-35); en él se han cumplido las profecías (Is 41, 17-18; 43, 19-21; 48, 20-21; Ap 7, 16-17; 22, 17). La condición para beber de esa "fuente de aguas de vida" es creer en Jesucristo (4, 10); el Bautismo es sacramento de la fe.

En el Bautismo, la vida divina se nos da como un germen que aspira a conservarse y desarrollarse «hasta la vida eterna» (4, 14): «Una agua viva que murmura dentro de mí y desde lo íntimo me está diciendo: Ven al Padre» (san Ignacio de Antioquía).

 Lectura del santo Evangelio según san Juan. 4, 5-14

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaría llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José: allí estaba el manantial de Jacob.

Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor de mediodía.

Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice:

— Dame de beber.

(Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida).

La samaritana le dice:

— ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? (Porque los judíos no se tratan con los samaritanos).

Jesús le contestó:

— Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.

La mujer le dice:

— Señor, si no tienes cubo y eI pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?

Jesús le contestó:

— El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.

Palabra del Señor.

VIII.
El que cree tiene vida eterna

205. El Bautismo es el sacramento de la fe y, Por eso mismo, es sacramento de la vida eterna.

La fe es don de Dios (6, 44; Ef 2, 8). El Bautismo es signo y expresión de la fe. La fe y el Bautismo nos introducen en el conocimiento de las relaciones íntimas que existen entre el Padre y el Hijo (6, 46). Es misión del Espíritu el acercarnos al Padre y descubrirnos sus secretos (1 Co 2, 10-12): en esto consiste la vida eterna (6, 47; 17, 3). Todo esto nos lo da el Bautismo.

«Dejarse enseñar por Dios» (6, 45), crecer en la fe recibida, es exigencia del Bautismo.

 Lectura del santo Evangelio según san Juan. 6, 44-47

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:

— Nadie puede venir a mí, si no lo trae el Padre que me ha enviado.
Y yo lo resucitaré el último día.
Está escrito en los profetas: «Serán todos discípulos de Dios".
Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí.
No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que viene de Dios: ése ha visto al Padre.
Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna.

Palabra del Señor.

IX.
Manarán torrentes de agua viva

206. El Bautismo es la fuente de agua viva que brotó, para la Iglesia, del costado de Cristo (7, 38; 19, 31-35), cumpliéndose así la figura profética de la roca de Horeb (Ex 17, 3-7; I Co 10, ). El Espíritu, fuente de vida eterna, es el don pascual de Cristo a su Iglesia (7, 39b; 16, 7).

El Bautismo, comunicando el Espíritu (Hch 2, 39; Rm 5, 5), hace brotar en cada cristiano torrentes de agua viva (7, 38). La venida del Espíritu es como un «Bautismo en Espíritu» (Hch 1, 5; 2, 4); el Bautismo de agua saca su eficacia del Espíritu. El Espíritu es eI principio de la vida nueva (Gn 1, 2; Tt 3, 5) y de la fecundidad en el Bautismo. Para todo ello se requiere la fe (7, 39); el Bautismo es sacramento de la fe.

 Lectura del santo Evangelio según san Juan. 7, 37b-39

En aquel tiempo, Jesús en pie gritaba:

— El que tenga sed, que venga a mí; el que cree en mí, que beba.

(Como dice la Escritura: de sus entrañas manarán torrentes de agua viva.)

Decía esto refiriéndose al Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en él.

Palabra del Señor.

X.
Fue, se lavó, y volvió con vista

207. La coincidencia en una serie de detalles con la simbólica del Bautismo (ceguera de nacimiento, piscina, enviado, unción, lavado, confesión de fe) hacen de este milagro una figura de nuestro sacramento.

El Bautismo es un misterio de luz, una «iluminación»; a los bautizados se les llama «iluminados» (Hb 6, 4; 10, 32). El Bautismo nos hace pasar del reino de las tinieblas (muerte) al reino de la luz (vida) (Col 1, 12-13; 1 P 2, 9). Equivale a una nueva creación, victoria de la luz sobre las tinieblas (Gn 1, 3-4; 2 Co 4, 6). Bautizados en Cristo (Siloé = Enviado), nos revestimos de Cristo, somos «luz en el Señor» (Ef 5, 8), «hijos de la luz» (1 Ts 5, 5). El Bautismo nos hace participar en la vida nueva del Resucitado: eso quiere significar el rito de encender la vela en el cirio pascual (Ef 5, 14).

«Andar como hijos de la luz» (Ef 5, 8-11) es una exigencia del Bautismo.

 Lectura del santo Evangelio según san Juan. 9, 1-7

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento.

Y sus discípulos le preguntaron:

— Maestro, ¿quién pecó: éste o sus padres, para que naciera ciego?

Jesús contestó:

— Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día tengo que hacer las obras del que me ha enviado: viene la noche y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.

Dicho esto escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo:

— Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).

Él fue, se lavó, y volvió con vista.

Palabra del Señor.

XI.
El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante

208. El Bautismo nos incorpora a Cristo; es como un injertarnos en Cristo (Rm 11, 17-19), en su muerte (Rm 6, 5). Es obra del amor de Dios, de elección gratuita (ln 15, 16; Rm 11, 17). Da origen a una comunión estrecha e íntima entre Cristo y el bautizado; nace una comunidad nueva, el misterio de la verdadera vid: Cristo y la Iglesia, imagen de la comunión trinitaria (Jn 15, 9; 17, 21). Esta comunión es condición y garantía de fecundidad (15,4-6; Ez 19, 10-11) y de alegría duradera (15, 11; 17, 13).

El Bautismo exige una fidelidad constante a la comunión con Cristo, que se manifiesta en el cumplimiento de los mandamientos (15, 10).

 Lectura del santo Evangelio según san Juan. 15, 1-11

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:

— Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador.
A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca; y a todo el que da fruto, lo poda para que dé más fruto.
Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos: el que permanece en mí y yo en é1, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada.
Al que no permanece en mí, lo tiran fuera, como al sarmiento, y se seca: luego los recogen y los echan al fuego, Y arden.
Si permanecéis en mí y mis palabras Permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.
Como el Padre me ha amado, así os he amado yo: permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.

Palabra del Señor.

XII.
Le traspasó el costado, y salió sangre y agua

209. La sangre y el agua simbolizan ante todo eI sacrificio de Cristo y el Espíritu, el origen de los sacramentos (Bautismo y Eucaristía) y el nacimiento de la Iglesia (nueva Eva). Pero la tradición las ha interpretado también como imagen del Bautismo, cumplimiento de la figura (roca de Horeb: Ex 17, 37) y delas profecías (Is 41, 17-18; 43, 19-21; 48, 20-21; Jn 7, 37-39). La conexión del agua con la sangre estó indicando que toda su fuerza de salvación le viene al Bautismo del sacrificio pascual de Cristo. Lo mismo que la Sangre de Cristo, el Bautismo libera (Ex 12, 7. 22), purifica (Hb 12, 24; 1 P 1, 2; Ap 7, 5; 7, 14), vivifica (Jn 6, 53-56), consagra y santifica (Ex 12, 7. 22; 29, 20-21; Lv 8, 23-24. 30; Ez 43, 20; Hb 10, 29; 13, 12). En cada Bautismo se renueva el misterio del nacimiento de la lglesia en un nuevo miembro.

 Lectura del santo Evangelio según san Juan. 19, 31-35

En aquel tiempo los judíos, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en La cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados con la lanza le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua.

El que lo vio da testimonio y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis.

Palabra del Señor.

1 comentario:

  1. En aquel tiempo los judíos, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en La cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados con la lanza le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua contenido de utilidad

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