Leccionario III (impar) - Viernes de la IV semana del tiempo ordinario

Tiempo Ordinario

VIERNES DE LA IV SEMANA
DEL TIEMPO ORDINARIO

PRIMERA LECTURA
Heb 13, 1-8
Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre

Lectura de la carta a los Hebreos.

HERMANOS:
Conservad el amor fraterno y no olvidéis la hospitalidad: por ella algunos, sin saberlo, “hospedaron” a ángeles.
Acordaos de los presos como si estuvierais presos con ellos; de los que son maltratados como si estuvierais en su carne.
Que todos respeten el matrimonio; el lecho nupcial, que nadie lo mancille, porque a los impuros y adúlteros Dios los juzgará.
Vivid sin ansia de dinero, contentándoos con lo que tengáis, pues él mismo dijo:
«Nunca te dejaré ni te abandonaré»; así tendremos valor para decir:
«El Señor es mi auxilio: nada temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?».
Acordaos de vuestros guías, que os anunciaron la palabra de Dios; fijaos en el desenlace de su vida e imitad su fe.
Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial 
Sal 26, 1bcde. 3. 5. 8c-9abcd (R/.: 1b)
R/.   El Señor es mi luz y mi salvación.

        V/.   El Señor es mí luz y mi salvación,
                ¿a quién temeré?
                El Señor es la defensa de mi vida,
                ¿quién me hará temblar?   R/.

        V/.   Si un ejército acampa contra mí,
                mi corazón no tiembla;
                si me declaran la guerra,
                me siento tranquilo.   R/.
     
        V/.   Él me protegerá en su tienda
                el día del peligro;
                me esconderá en lo escondido de su morada,
                me alzará sobre la roca.    R/.

        V/.   Tu rostro buscaré, Señor,
                no me escondas tu rostro.
                No rechaces con ira a tu siervo,
                que tú eres mi auxilio;
                no me deseches.    R/.


Aleluya
Cf. Lc 8, 15
R/.   Aleluya, aleluya, aleluya.

V/.  Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios
       con un corazón noble y generoso,
       la guardan y dan fruto con perseverancia.   R/.

EVANGELIO
Mc 6, 14-29
Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado
Lectura del santo Evangelio según san Marcos.

EN aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él. Unos decían:
«Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso las fuerzas milagrosas actúan en él».
Otros decían:
«Es Elías».
Otros:
«Es un profeta como los antiguos».
Herodes, al oírlo, decía:
«Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado».
Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado.
El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener a la mujer de su hermano.
Herodías aborrecía a Juan y quería matarlo, pero no podía, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo defendía. Al escucharlo quedaba muy perplejo, aunque lo oía con gusto.
La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea.
La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven:
«Pídeme lo que quieras, que te lo daré».
Y le juró:
«Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino».
Ella salió a preguntarle a su madre:
«¿Qué le pido?».
La madre le contestó:
«La cabeza de Juan el Bautista».
Entró ella enseguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió:
«Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista».
El rey se puso muy triste; pero por el juramento y los convidados no quiso desairarla. Enseguida le mandó a uno de su guardia que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre.
Al enterarse sus discípulos fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un sepulcro. 

Palabra del Señor.

© Conferencia Episcopal Española

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